Al rescoldo
de la chimenea
gemían
fuerte los lagartos.
Eran
longevos,
venían de
San Telmo.
Fumaban
triunfos
y se
alimentaban
de sus
propias pesadillas.
Todos
cayeron en desgracia.
Irrumpió una
letra de Discépolo
y se
reincorporaron.
Cada uno
tomo un vidrio
y rasgó su
vientre
sonámbulo y
desordenado.
Esa velada
fue el llanto
de un pozo
con sed.
Diego Romero