Son golpes de
tambores,
sueños que
galopan
cuando
alguien se despierta.
Todo fue
pintado
en ocre, azul
y trastorno.
Algo alude a
un relato,
o baguyo
guaraní.
Y los
riñones,
vampiros
impacientes,
sólo buscan
la gloria.
Esa del
cuartel,
la de sentir
frío en verano.
Entonces fui
derrotado
al mirar mi
biblioteca.
Nunca seré un
poeta.
Nunca.
Diego Romero
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